Si bien Freud para sus análisis parte desde un punto de vista psicológico o sociológico, es decir, de situaciones sociales preexistentes, ya existe la figura paterna, materna u otros papeles o roles sociales, se propone enfocar la cuestión desde el punto de vista de la Antropología para determinar el objeto de estudio y sus implicaciones con respecto a la religión, la cultura y la felicidad.
En cuanto al tratamiento que hace Freud de la religión y el planteamiento en Tótem y Tabú a partir de un supuesto mítico, aunque finalmente tiende a ser una explicación psicológica, como apuntamos en el desarrollo del trabajo, la contrapartida se propone desde un punto de vista histórico, introducida por el propio Freud al interesarse por el modo de pensar primitivo. Este supuesto mítico es en esencia una explicación imaginaria, que Freud utiliza como dato histórico para ilustrar un relato ritualizado, obviando la relevancia que tiene para la formación de lo numinoso, la subordinación al entorno de la primera y primitiva experiencia humana, y lo que supuso para la conformación del incipiente sistema religioso.
En cuanto a la felicidad, Freud señala que la importancia de los progresos científicos supone un importante revulsivo para la humanidad, en tanto que la racionalidad técnica evidencia los límites y las lagunas con respecto al dominio de la naturaleza, aunque afirma que la razón científico-técnica ilustrada no termina de resolver las dificultades que se desprenden de las relaciones sociales en el contexto de los impulsos agresivos del humano, como manifiesta en “El malestar en la cultura”. Así pues, advierte que el dominio sobre la Naturaleza por sí sola no tiene capacidad para solventar la felicidad humana, que por otro lado no es el único objetivo de la cultura.
En cuanto al alcance de la cultura en la obra de Freud, la Antropología define al individuo como especie zoológica, como un organismo relativo a un medio, en este caso ciertamente evolucionado en el contexto de un entorno determinado, de una especie determinada, afectado por la exigencias de la supervivencia, en tanto que necesita alimentarse, reproducirse, y que presenta diferencias entre otros individuos de su misma especie (tales como el peso, la inteligencia, las aptitudes, etc.).
Por su parte, la persona es la otra parte de la vida humana que se relaciona con el individuo zoológico. La persona se forja con la cultura y las instituciones, que la moldean. En este sentido, las relaciones entre individuo y persona necesitan de algo más para cerrar el proceso que da entidad completa y operante a la personalización del individuo. Se trata del proceso histórico que, con sus ciclos y proyectos desarrollados en vidas individuales anteriores, termina de cerrar y de culminar las relaciones entre la parte zoológica y la parte cultural.
Así pues, no parece que la sociedad por si sola provea de todo lo necesario a la personalización del individuo. Quizás es la sociedad política como producto del tiempo histórico, con sus desarrollos anteriores cumplidos en las diversas vidas de otras personalizaciones, la que pueda satisfacer completamente el proceso en el que un individuo alcance el estadio de persona, y ésta culmine el ciclo de personalización al incorporar el medio histórico. Esta capa envolvente de tipo histórico, o lo que Gómez Sánchez define como “la historia de cada individuo” que “está hecha de renuncias dolorosas, jalonada de objetos perdidos”, es lo que cubre la construcción individuo-persona, es el bagaje fundamental que termina de cerrar el proceso de su personalización, o como explica Gómez Sánchez, son los “conflictos necesarios, cuyos jirones acompañan el desarrollo del yo” (Gómez Sánchez, 2002, p. 346).
Con todo, el psicoanálisis ha llegado a ser una institución con entidad suficiente como para permitir la pervivencia de su doctrina racionalista psicoanalítica, que pese a no ser científica, ha evidenciado la complejidad del proceso de personalización del individuo, que no se agotó con la ilustración, y aún con el propio psicoanálisis. La potencia curativa del sistema está demostrada, que se valida no sólo por un sistema mitológico profundo, sino también por la propia estructura psicoanalítica que ofrece un marco institucional promovido por el propio movimiento psicoanalítico, en el que el paciente-cliente puede hablar libremente.
Bibliografía
GÓMEZ SÁNCHEZ, C.: Freud y su obra. Génesis y constitución de la Teoría Psicoanalítica, Madrid, Biblioteca Nueva, 2002 (3ª ed., 2014).