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La sindéresis. Las acciones que promueven el bien

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El diccionario de La Real Academia Española define «sindéresis». Del latín medieval synderesis, y este del griego bizantino συντήρησις syntḗrēsis “observación cuidadosa, preservación”, derivado del griego συντηρεῖν syntēreîn “observar de cerca”, “guardar, proteger”, denota para nosotros “discreción, capacidad natural para juzgar rectamente”.
Existe el verbo griego τηρέω que significa «vigilar atentamente». En la forma σαντηρέω significa, en Aristóteles (De Plantis) «guardar», «conservar». Se atribuye a San Jerónimo (Commentarium in Ezechielem, lib. I, cap. 1 [Migne, P. L., XXV, col. 2]) la introducción de la forma sustantiva συντήοησις, significando la «chispa de la conciencia», scintilla conscientíae, nos indica una intención de control de sí. El contemporáneo de Simón de Bisiniano da al término synderesis el significado de una tendencia natural en el hombre hacia el bien y a rechazar el mal (Mora, 1941:680).


La primera regla que guía cualquier conducta moral o ética adoptada por individuos que viven en sociedad, establece lo siguiente, según explica Bueno «Debo actuar de tal manera (o bien: actúo ética o moralmente en la medida en que) mis acciones puedan contribuir a la preservación de la existencia de los sujetos humanos, incluyéndome a mí mismo, en tanto que somos sujetos actuantes que no se oponen, con nuestras acciones u operaciones, a esa misma preservación de la comunidad de sujetos humanos.» En otras palabras, cada individuo (ética), como parte de un grupo (moral), entiende que sus acciones deben ser solidarias con la comunidad, ya que la preservación o supervivencia de ese grupo es beneficiosa y deseable, entre otras cosas, porque el individuo vive y se desarrolla dentro del citado grupo. En este sentido, las acciones de los individuos no deben ser perjudiciales para otros individuos, ni deben ir en contra de la supervivencia y la preservación del grupo en su conjunto. Como explica Bueno, el principio fundamental de la sindéresis se basa en la coexistencia de ambos aspectos (individuos y grupo), es decir, en la ética y la moral (1996:57-58).


Por lo tanto, existen diferentes tipos de deberes: deberes éticos y deberes morales. A veces, los términos ética y moral se consideran intercambiables, pero lo cierto es que surjen conflictos entre ellos. A veces algo es ético, pero no moral, o al contrario, algo es moral, pero no ético. Sin embargo, la etimología nos indica que «ethos» (ética) se refiere al comportamiento del individuo derivado de su propio carácter, mientras que «mos» o «moris» (moral) hace referencia a las «costumbres» del grupo humano que conforma una sociedad. Así pues, ética y moral se refieren a cosas diferentes. En ocasiones, las justificaciones morales (o políticas) pueden ser éticamente cuestionables y, viceversa, las justificaciones éticas pueden ser moralmente inaceptables.


El deber general de los individuos que actúan según la ética, pongamos por caso la tradición cristiana, es guiar las acciones para preservar la propia existencia, lo que a su vez, delimita sus comportamientos. El ser humano, por tanto, no se limita a ser simplemente un sistema anatómico o antropológico; también es un ser dotado de moralidad. Por otro lado, y aparte de la moralidad, el deber y el derecho han de incorporar la parte operatoria del sujeto, es decir, los hombres son entidades que actúan y operan en el mundo, son cuerpos físicos con una existencia real y tangible, cuya interacción es concreta y objetiva.

Es decir, no hay moral que valga que denigre el cuerpo, ya que es una realidad humana. Atacar la integridad física es inaceptable, tanto desde un punto de vista ético, como moral. Los niños, por ejemplo, que no son autosuficientes, necesitan que se les difienda su integridad física. Atacar a los niños de cualquier forma, teniendo otros intereses que no son los propios de la preservación de su integridad física, es inaceptable.

Como mencionamos previamente, los individuos actúan de acuerdo con una ética de preservación que, a su vez, debe ser coherente con la capacidad de acción de los individuos. Por ejemplo, los individuos comienzan su vida en el contexto de la familia, donde inicialmente son cuerpos que realizan las funciones básicas de la vida orgánica, como el nacimiento, la alimentación, el cuidado durante las enfermedades y el apoyo en momentos de muerte (Bueno, 1996:58-59). El «mundo de los cuerpos» se presenta, por lo tanto, como el espacio práctico de los sujetos racionales y, en consecuencia, la preservación de los cuerpos de estos sujetos se convierte en la «primera ley» de la sindéresis y en el principio fundamental de la ética.


Constantemente estamos tomando decisiones para determinar si algo nos beneficia o nos perjudica. En cualquier caso, lo que nos perjudica afecta nuestra integridad, tanto desde una perspectiva ética como moral, ya que puede atentar contra la integridad física de los individuos o contra las normas que protegen la supervivencia de la comunidad a la que pertenecen estos individuos.
Bueno (1996) señala que las virtudes éticas generalmente se practican en círculos muy reducidos de individuos, como los grupos familiares, por ejemplo. El Antiguo Testamento dice «Puedes prestar a un extraño con usura, pero no a tu hermano». Es decir, a la familia se les presta, pero no les pide intereses. Esto sugiere que es más común tener un comportamiento ético con aquellos cercanos a nosotros que con personas desconocidas. Sin embargo, podríamos argumentar que, si bien la ética comienza en grupos familiares, puede llegar a ser universal cuando los grupos humanos en sí son universales. Por ejemplo, el caso de la comunidad hispana, dado el desarrollo histórico que alcanza, consigue la universalidad, y en este contexto, la ética podría alcanzar un nivel universal.


Por otro lado, según comenta Bueno (1996), el asesinato es el ejemplo por excelencia de un mal ético, al igual que lo son la tortura, la traición o la doblez. La tercera acepción de la palabra «doblez», según la Real Academia de la Lengua, se refiere a la «astucia o malicia en la manera de obrar, dando a entender lo contrario de lo que se siente». En este contexto, la mentira constituye una falta grave desde el punto de vista ético, aunque existen excepciones puntuales, como cuando se busca salvar una vida o aliviar una enfermedad. Asimismo, la ausencia de amistad o generosidad se considera una transgresión significativa contra la ética. Por otro lado, descuidar el propio cuerpo o mostrar falta de atención hacia nuestra salud también se considera una ofensa ética, ya que implica una carencia de firmeza. La firmeza es necesaria en los individuos porque de alguna manera es la fuerza de la que dispone cada cual para salir adelante, es su motor vital, y atentar contra el motro vital, es una falta grave de ética. La firmeza es ética. La práctica de la medicina, por ejemplo, es una actividad que fomenta las virtudes éticas. En contraste, la falta de moralidad se considera un delito grave desde la perspectiva en el ámbito de la política (Bueno, 1992:73-88).


Fundamentos de la sindéresis


La sindéresis se fundamenta en principios éticos y morales que guían la conducta humana hacia el bien. Estos principios se derivan de la prudencia, es decir, la prudencia determina lo que se debe hacer en una situación específica, y no hacer lo que la prudencia dicta, demuestra imprudencia. Estos principios éticos incluyen la beneficencia y la no maleficencia, también incluye la autonomía y la justicia, esta última entendida en el sentido romano de «dar a cada uno lo suyo». Los gestores tales como médicos, políticos o legisladores, que profesionalmente, o institucionalmente, tengan encomendada la gestión de la salud o de la vida de los demás, incurren en faltas éticas graves hacia los ciudadanos, cuando sus acciones y operaciones se encaminan hacia la desatención del propio cuerpo o el fomento de ello, como el descuido de la salud (sobre todo de niños, mujeres y mayores). Promocionar la enfermedad entre los ciudadanos es una falta grave de ética que los gobernantes, legisladores o médicos no deben cometer.

Los gestores tales como políticos o legisladores, que profesionalmente, o institucionalmente, tengan encomendada la gestión de la vida de los ciudadanos, realicen operaciones de traición, doblez, mentira o falta de generosidad, cometen faltas graves de ética. La astucia maliciosa que busca crear confusión, o el sacavamiento de la firmeza de los individuos, es una falta grave de ética. Cuando la firmeza de los individuos es atacada, o su tierra firme es desplazada desde sus pies hacia otro lugar, entra en acción el pensamiento acrítico, la ensoñación infantil, la utopía, el uso y abuso de los términos que busca representar un panorama interesado y ficticio, encubriendo así los problemas reales de la gente bajo una nebulosa fantasiosa y carente de contenido.

La palabrería y charlataneria que sale de bocas sonrientes que al hablar crean un clima de confusión es la actitud propia de gentes maliciosas que necesitan las sonrisas angelicales para hacer el mal. La subjetividad es un arma utilizada por estos ángeles caídos para endulzar los oídos a los ciudadanos incautos. A los responsables representantes de los ciudadanos no se les comprende, se les exige. Se comprende a la familia, amigos y conocidos, pero se exige a los gobernantes. La sistematización de la actitud angelical maliciosa y su expansión es preocupantemente ante lo cual, muchos están indefensos.

La sindéresis está intrínsecamente relacionada con la búsqueda del bien. Es un hábito que se origina en los principios prácticos destinados a preservar la vida. En palabras de San Juan Damasceno, es «la ley de nuestro espíritu».


Bibliografía


Bueno, G. (1992). Sobre el alcance de una» ciencia media»(ciencia b1) entre las ciencias humanas estrictas (a2) y los saberes prácticos positivos (b2). La filosofía de Gustavo Bueno. Homenaje a G. Bueno organizado por la revista Meta.
Bueno, G. (1996), El sentido de la vida. Pentalfa, Oviedo.
Mora, J. F. (1941). Diccionario de filosofía.

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