Desarrollo,Educación,Empresa

Qué entendemos cuando hablamos de Universidad

Fuente de la imagen de portada: Imagen de pch.vector en Freepik

En este artículo vamos a definir la idea de Universidad que Gustavo Bueno (1962) recogió según el parecer de los distintos usuarios relacionados con ella, y ver cómo podría conectar esta idea de universidad formal con otro tipo de organizaciones denominadas “Universidades Corporativas”. La pregunta acerca de la esencia de la Universidad se plantea en términos de si es una institución de naturaleza técnica o trascendente. La Universidad opera siguiendo reglas objetivas que no deberían verse afectadas por las opiniones personales de cada individuo o por interpretaciones subjetivas. La objetividad protege a la universidad de la caprichosa interpretación individual. La definición de Universidad, puede ser estructurada en torno al concepto de «racionalización» que impregna lo que conocemos como cultura occidental. Examinemos los elementos que componen esta racionalización.

Elementos que componen la Universidad

El primer tipo, la Universidad como instituto de formación humana

El pensamiento racional es un componente clave, y abarca el conjunto de suposiciones «humanísticas» (morales, políticas, sociológicas, religiosas) que ya están presentes en los individuos antes de su experiencia académica. La universidad opera dentro de un contexto cultural establecido en el marco de una convivencia pacífica, la cual a su vez presupone un mínimo equilibrio económico o social, así como condiciones básicas de salud física, un espíritu de colaboración y disciplina, respeto por las opiniones de otros, y un sistema de convenciones (incluyendo el lenguaje). En esencia, estamos hablamos del conjunto de «virtudes» humanísticas que están comprendidas en el pensamiento racional. En el bachillerato español ya se dan estas condiciones, pero en el sistema universitario estadounidense, el término «bachillerato» se refiere a los primeros cuatro años de educación superior. Es decir, el bachillerato estadounidense que ya está especializado, no busca los mismos objetivos que la «formación general» del sistema educativo europeo. El hecho de no tener una educación general básica, es un problema a resolver por la «General Education in a Free Society» de Harvard.

El segundo tipo, la Universidad como centro de investigación y formación de investigadores

La vida que se desarrolla durante el período académico. La experiencia académica tiene lugar en las aulas, los laboratorios, los seminarios y las bibliotecas. En este contexto, se engloban los principios, conocimientos y métodos que forman parte de un legado intelectual acumulado a lo largo de la historia, que es transferido a la Universidad, que se convierte en una especie de «escuela». Aquí hablamos de investigación. La investigación, o la enseñanza dirigida hacia la formación de investigadores, es una tarea central de la Universidad, ya que esta institución es la depositaria de todos los conocimientos acumulados por la civilización hasta el momento. Se asume que la misión de la Universidad es preservar estos conocimientos, ampliarlos a través de la investigación y difundirlos mediante la enseñanza.

Fuente: Imagen de Freepik

El tercer tipo, la Universidad como escuela profesional superior

El conjunto de actividades, funciones o profesiones, aunque se ejerzan fuera del entorno universitario y tengan sus raíces en estratos no universitarios, son consideradas como consecuencia de la «vida académica». En otras palabras, son actividades que no están inherentemente relacionadas con la vida académica, pero nuestra cultura las percibe como producto de ella. Por ejemplo, en nuestra sociedad se aceptan formalmente a los médicos en lugar de los curanderos, a los ingenieros en lugar de los magos, y a los psicólogos en lugar de los hechiceros. En términos generales, se requiere que estas profesiones o funciones hayan pasado por un proceso significativo de «racionalización» para ser reconocidas (en otras culturas, pueden ser aceptadas sin someterse a este filtro, lo que puede generar otras problemáticas). En nuestra civilización, la dimensión mítica de las actividades presenta un riesgo considerable para la realización de los valores, ya que a menudo no están sujetas a tierra firme.

Estas tres cuestiones relativas a la Universidad se desenvuelven de manera relativamente independiente entre sí. El primer enfoque, la Universidad como entidad para la formación humana, tiende a ser el preferido por aquellos ajenos al ámbito académico, como políticos, moralistas y simpatizantes de la Universidad. El segundo enfoque, la Universidad como centro de investigación y formación de investigadores, encuentra su mayor respaldo entre los profesores universitarios. El tercer enfoque, la Universidad como institución para la educación profesional avanzada, es el que predomina entre la mayoría de los estudiantes universitarios que asisten a la Universidad con el propósito de acceder a las profesiones de abogados, farmacéuticos, químicos o educadores. En este contexto, la Universidad se presenta como un centro de educación superior, un conglomerado de «escuelas» diseñadas para formar a abogados, farmacéuticos, médicos o profesores de latín. Las primeras universidades europeas, de hecho, adquirieron el carácter de instituciones especializadas. Por ejemplo, Bolonia se enfocó en Derecho, mientras que Salerno se dedicó a la Medicina.

La Universidad como institución que cultiva la Verdad humana

Es cierto que estos tres tipos de definiciones coexisten siempre que haya estudiantes, profesores y simpatizantes de la Universidad que pertenezcan a los tres ámbitos. Esta coexistencia se traduce en la triple misión de la Universidad: «formar ciudadanos, fomentar la investigación científica y preparar profesionales«. En el contexto europeo, esta triple misión opera simultáneamente. Sin embargo, en el sistema educativo estadounidense, esta triple misión se desarrolla de manera sucesiva a través del «College» (educación pre-universitaria) y la «School» (escuela profesional superior).

No obstante, si estos rasgos no están intrínsecamente interconectados, existe la posibilidad de que se desvinculen, lo que podría llevar a que el modelo de Universidad se incline notoriamente hacia uno de los tres enfoques. Esta perspectiva sugiere que la Universidad podría adoptar una orientación hacia alguna de las tres vertientes dependiendo de cómo se articulen internamente estos elementos (Bueno, 1962).

Además, es importante destacar que el conjunto de las tres funciones mencionadas no son aspectos distintivos exclusivos de la universidad, ya que también son desempeñadas por otras instituciones como la Iglesia, los centros de educación secundaria, las academias militares o los Sindicatos. De igual manera, la «formación de investigadores» y la propia investigación, en la actualidad, ya no pueden considerarse una misión específica de la Universidad. Los Estados han establecido organismos no universitarios con el propósito de promover la investigación científica en todas sus facetas. En España, por ejemplo, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas cumple esta función, y en él no tienen acceso como miembros numerarios los profesores universitarios que se dedican completamente a la docencia en la Universidad. La formación profesional tampoco es una misión exclusiva de la Universidad, ya que se comparte con muchas otras instituciones, desde las escuelas especializadas superiores (como arquitectura e ingeniería) que han sido incorporadas a la Universidad, hasta las escuelas de Magisterio, de Comercio o los Conservatorios de Música. Incluso las empresas privadas no universitarias mantienen centros de investigación potentes (Bueno, 1962).

Ninguna de las funciones mencionadas puede considerarse exclusiva de la Universidad, ni tampoco el conjunto de ellas. Las definiciones de Universidad que la describen como una «Institución dedicada a la formación humana», «Institución consagrada a la Investigación y conservación del saber» o «Institución orientada a la preparación de profesionales» es incompleta. Sin embargo, hay una idea que podría definir de manera más adecuada a la Universidad: se trata de la idea de «Verdad». La concepción de Verdad es una de las ideas generales más nobles que conforman la conciencia humana, que requiere la Verdad de la misma manera en que necesita el aire para respirar, mientras que lo contrario a la Verdad sería el equivalente a enfermedad (Bueno, 1962).

En consecuencia, la Universidad podría ser definida como la institución dedicada al fomento de la Verdad humana. Aunque la Verdad puede ser buscada y adquirida fuera de la Universidad, esta institución se erige, por definición, como el vehículo para la institucionalización y el cultivo sistemático de esta búsqueda de la Verdad. Su propósito es asegurar, consolidar y sistematizar esta búsqueda de la Verdad, transformándola en una tarea metódica y en un deber cívico. En el entorno universitario, se pueden distinguir dos tipos de verdades: la Verdad como «Saber Técnico» y la «Verdad como Saber Trascendental» (Bueno, 1962).

La Verdad como saber técnico

La Verdad entendida como saber técnico, saber arraigado en la tradición, es el fundamento esencial para la posterior racionalización del mundo. Esta forma de Verdad, considerada como saber técnico, se convierte en el objetivo de instituciones educativas tanto de nivel medio como de escuelas técnicas, e incluso en las Universidades Corporativas que han surgido en las últimas décadas. Estas Universidades Corporativas son fundadas por las empresas para las necesidades formativas de sus empleados, por lo que sería un error considerarlas competencia o complemento de las universidades, digamos, formales. Al margen de la alineación más o menos marcada de sus objetivos corporativos, las universidades se centran en la verdad como saber técnico, un saber destinado a sus empleados, que por otra parte difícilmente entran a formar parte de la plantilla si no cuentan antes con la formación universitaria oficial, en el caso de requerir universitarios en sus equipos. Así pues, la racionalización de la actividad, esto es, el refrendo de la profesión que decíamos antes, promueve la formación de conocimiento robusto y resistente al vaivén peregrino de las opiniones (Bueno, 1962).

Fuente: Imagen de Freepik

Las Universidades Corporativas

A principios de los años sesenta, en Estados Unidos, se crearon las Universidades Corporativas, siendo la Hamburger University de McDonald’s una de las pioneras. Con el tiempo, otras empresas como IBM, Disney, General Motors, Motorola, AT&T, Dell, Ford y Boeing se sumaron a esta tendencia. Según Paton, Peters, Storey y Taylor (2005, pág. 6), el auge de estas instituciones se produjo en la década de los ochenta y a finales de los noventa ya había más de mil de ellas en Estados Unidos. En Europa, el Reino Unido, Alemania y Francia fueron algunos de los primeros países en adoptar este modelo, fundando universidades corporativas como DaimlerBenz, British Telecom, Lufthansa, Deutsche Bank, Siemens, Barclays, Alcatel, France Telecom y Fiat, entre otras (Pazos y Ruiz, 2013).

En España, el fenómeno llegó más tarde, pero actualmente ya existen varias universidades corporativas. Entre las pioneras se destaca la de Gas Natural Fenosa, fundada en 2000. Posteriormente, se sumaron otras como BBVA, Santander, Asepeyo, Aviva, Ferrovial, Prosegur, Endesa, Everis, Abertis, Acciona, Indra, Aviva, Axa, Banesto, Ceaga, Gamesa, Enagás, Endesa, Fnac, NH Hoteles, Orange, Telefónica o REE, entre otras. Es importante señalar que las Universidades Corporativas se crean para cumplir los objetivos específicos de las corporaciones que las establecen. Su enfoque se centra en las necesidades de la empresa, lo que las diferencia notablemente de las universidades tradicionales, que buscan la formación del ciudadano en los fundamentos más importantes de un área de conocimiento. Por lo tanto, no tiene sentido comparar ambas formaciones, dado que no persiguen ni el mismo objetivo, ni se dirigen a los mismos usuarios, ni se desarrolla en el mismo entorno, es decir, sus alcances y propósitos son fundamentalmente diferentes. Sin embargo, tienen una cosa en común, el estudio de la Verdad como “saber técnico” (Pazos y Ruiz, 2013).

Las Universidades Corporativas representaron un hito al confirmar la importancia de la formación dentro de las organizaciones, dado que vieron en el desarrollo educativo de sus empleados un factor clave para su progreso empresarial. Sin embargo, algunas de estas Universidades Corporativas han adoptado un enfoque más abierto a la comunidad centrado en la formación mediante el enfoque «saber hacer», una formación que ofrecen tanto a individuos relacionados con el ámbito empresarial, como a aquellos que, aun sin pertenecer a ese ámbito, están interesados en el conocimiento que la empresa puede proporcionar. En otras palabras, la Universidad Corporativa puede abrirse a otras organizaciones, comunidades o ciudadanos a los que pretende brindar no solo un entorno de aprendizaje, sino también su experiencia a través de planes de formación propios.

La formación a través de una Universidad Corporativa está relacionada con áreas de conocimiento altamente especializadas, un expertise que se transmite a través de la práctica, cuyo objetivo es desarrollar las habilidades prácticas de las personas. Pero, ¿qué entendemos por «saber hacer»? Este término se refiere a la técnica, al arte, y a la prudencia. La práctica es una parte esencial de las actividades humanas y de alguna manera determina las condiciones esenciales para la existencia de la sociedad y está profundamente arraigada en la teoría. La práctica asegura la existencia y el progreso de la sociedad, sirviendo como base para la vida humana y como actividad social que impulsa la transformación del mundo. En última instancia, la actividad práctica constituye el punto de partida fundamental de la teoría del conocimiento.

Fuente: Imagen de Freepik

¿Podríamos conectar esta cuestión con los ciudadanos de a pie para contribuir a su progreso?. La posibilidad de que las personas en general accedan a estas experiencias y prácticas contribuye significativamente a la formación de ciudadanos en un sentido universal. El interés histórico por la educación fue fortalecido con la aparición de los sistemas educativos modernos. Estas estructuras orientadas a la educación de los ciudadanos fueron concebidas como elementos esenciales para la construcción de los Estados. A partir de ese momento, todos los países han dedicado una atención cada vez mayor a sus sistemas de educación y formación, con el propósito de adaptarlos a las cambiantes circunstancias.

La aspiración de que todos los ciudadanos puedan acceder a una educación y formación de alta calidad, sin que este beneficio esté limitado únicamente a ciertas personas o grupos sociales, es una prioridad apremiante. Actualmente, la Universidad Corporativa parece trabajar para poner en marcha acciones cuyo objetivo es promover cambios y nuevas formas de colaboración entre la compañía y su entorno. Pero todavia esta línea está poco establecida. Ya veremos con el tiempo.

La Verdad como saber trascendental

Por otra parte, estas prácticas y experiencias que se desarrollan en ámbitos como los departamentos de investigación empresarial en áreas específicas o en otros contextos, también se integran en otro tipo de verdad: la Verdad Trascendental. Ambas verdades el «saber hacer», y la verdad como «conocimiento profundo», conforman la esencia de la Universidad formal como institución, según lo sostenido por Gustavo Bueno.

Después de considerar la Verdad como saber técnico, emerge la Verdad como saber Trascendental. Esta última se revela en cada generación universitaria, situándose por encima de todas las actividades humanas. Sin embargo, esta Verdad Trascendental no es un dogma; debe ser racionalmente reconstruida a partir de pruebas y demostraciones. Se trata de una reconstrucción constante e intersubjetiva de la evidencia, que equivale a una crítica racional a la que sometemos el objeto de estudio. Es decir, en la Universidad no se admiten Dogmas, sino Teoremas. En este sentido, el coloquio, el diálogo y la crítica son esenciales.

Desde esta perspectiva, estar en la Verdad conlleva la libertad. Solo en la libertad puede prosperar la Verdad. Estar en la Verdad implica la paz, o dicho de otra manera, la disposición a resolver los conflictos humanos a través de la discusión racional. En suma, en la Universidad no hay lugar para sectas, lo que subraya el carácter internacional de toda institución universitaria. En la actualidad, cultivar las virtudes universitarias ya no es un lujo, sino un deber. Por tanto, es necesario desconfiar de la razón que favorece la opinión, ya que la opinión comienza a convertirse en un obstáculo para el avance del conocimiento, o en un delito.

Para saber más acerca de los escritos de Gustavo Bueno acerca de la Universidad, pincha en estos enlaces

Bibliografía

Gustavo Bueno, (1962). ¿Qué es la Universidad?. Portavoz del S.E.U. Oviedo. Oviedo, IV, 24, 8,6. Accesible en https://www.fgbueno.es/gbm/gb1961un.htm (30/08/2023).

Iván T. Frolov (ed.) (1984). Diccionario de filosofía. Traducido del ruso por O. Razinkov. Editorial Progreso, Moscú 1984

López Rodríguez, (2018). Teoría y práctica en el Diccionario soviético de filosofía. Accesible en https://filosofia.org/urss/dsf/te09.htm (30/08/2023).

Pazos, A. J. B., Ruiz, B. C. (2013). Corporate universities: an emerging actor in higher education in Spain?. Rev. U. Soc. Conocimiento, 10, 269.

También puede gustarte...

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *