Arte,Investigación

El Arte de los primeros hombres

Imagen de portada: Foto: Autor Sigismund von Herberstein

Por Maria Isabel Hernández Figueroa

20/04/2023

En este artículo vamos tratar de explicar algunas cosas que expuso Gustavo Bueno acerca del arte y la religión primaria a partir de varios de sus trabajos

El arte pictórico primario

Las religiones primarias, aquellas religiones que brotan de la relación entre hombres y los grandes animales del Paleolítico, se han puesto de manifiesto a través de la pintura y la música, no así con la arquitectura, la escultura, o la poesía. Esto ha ocurrido porque los grandes animales fueron una realidad inevitable, urgente y lo suficientemente acuciante como para que los antiguos seres humanos que se relacionaron con ella, se afanaran por re-presentar esta realidad abrumadora de forma casi mimética. En la imagen de portada observamos a un extinto bisonte o uro europeo. Los uros fueron grandes bovinos, antecedentes de las variadas razas de ganado doméstico que existen en la actualidad. A lo largo del tiempo, los grandes uros desaparecieron gradualmente de sus diferentes hábitats debido a la caza, la disminución de los bosques y el proceso de domesticación. Se estima que el último murió en el antiguo bosque de Jaktorów, en Polonia, en 1627. Sin embargo, en 1920, los hermanos alemanes Lutz y Heinz Heck se propusieron «recrear» el Bos primigenius extinto, a través de cruces entre diversas razas de ganado vacuno. En cada generación intentaron destacar los rasgos más característicos de los uros. El resultado de este esfuerzo fue la aparición del «uro de Heck», también conocido simplemente como «bovino de Heck». Esta nueva raza es grande y robusta, con cuernos largos y pelaje negro o marrón. Actualmente, ejemplares de esta raza pueden encontrarse en varios zoológicos alrededor del mundo.

La cueva de Lascaux en Francia, alberga una de las escenas más famosas del arte rupestre prehistórico que representa animales extintos. En esta pintura, que tiene una antigüedad de alrededor de 17.000 años, se pueden observar varios animales ya extintos en la actualidad, como el uro. Aqui hallamos al Megaloceros, que era un ciervo gigante además del león de las cavernas, otro depredador prehistórico que ya no existe. Estas pinturas son una ventana fascinante hacia la vida y la fauna de una época muy distinta en la historia de la Tierra, pero también nos habla del origen de la religión.

Megaloceros, el ciervo gigante. Obra original de Pavel Riha

Las pinturas rupestres fijan y delimitan las figuras de los animales, convirtiéndolos en elementos venerados, no solo por referirse a los animales reales, sino también su representación contiene de alguna manera la esencia de esos animales. En otras palabras, la imagen del animal no solo está contagiada por la esencia numinosa del animal real, además contienen la esencia del propio animal. De esta manera se establecen conexiones entre el animal y lo pictórico, es decir, los valores religiosos del animal se conectan con los valores estéticos. Sólo desde el numen animal puede cobrar una significación religiosa la pintura.

A pesar de las posibles utilidades chamánicas (hipótesis destacada por Jean Clottes) o mágicas (en el sentido de magia simpatética según Frazer) que estas figuras rupestres podrían haber tenido, es esencial considerarlas como ejemplos de arte pragmático. Esto se debe principalmente a que estas representaciones no solo podrían transmitir dominio sobre los animales (según la «ley de semejanza» en la perspectiva emic de Frazer, o incluso por la «ley de contacto» en términos de magia homeopática), sino que también proporcionarían información anatómica útil para los cazadores magdalenienses, sobre las piezas que deseaban atrapar, además de estrategias para dirigir las operaciones de caza. La representación de la figura animal, separada del animal empírico, no se reduce a una mera alegoría, sino que encierra la esencia universal de la propia criatura empírica, presentando una representación realista (naturalista) que a veces alcanza un sorprendente grado de fidelidad, como se puede observar en ciertos ejemplos del arte parietal aurignaciense y solutrense. Aunque estas pinturas parietales logran un alto grado de realismo, su carácter simbólico sigue siendo innegable.

No obstante, el proceso mismo de transformar al animal en una imagen impulsa operaciones de combinación de los arquetipos del animal que posiblemente podríamos interpretar como las primeras manifestaciones mitológicas del ser humano. Estas combinaciones, de tipo animalístico, podrían haber dado origen a los contenidos de la religión en su fase secundaria. Incluso en la primera etapa de la religión, donde los arquetipos se relacionan objetivamente con los animales, ya podemos percibir un matiz de mezcla mitológica (fantástica). Un ejemplo ilustrativo sería el icónico «hechicero magdaleniense» encontrado en la cueva de los Trois-Frères.

Boceto del «hechicero magdaleniense» encontrado en la cueva de los Trois-Frères. Dibujo de H. Breuil

El hechicero o chamán danzante, es una representación artística presente en el arte rupestre que se ha hallado en la región de Ariège, en Francia, específicamente en una zona conocida como las cavernas de Volp. La imagen de arriba, en particular, se encontró en la gruta denominada Trois-Frères, en honor a los tres hermanos que, hijos del conde Bégouën, fueron los descubridores de esta gruta. El hechicero o chamán danzante es una figura que ha captado la atención de los estudiosos debido a su significado y posible conexión con prácticas chamánicas y rituales en la prehistoria.

Este híbrido es una amalgama de elementos sorprendentemente peculiares. La figura incorpora características antropomorfas en partes como las manos y los pies, presenta la zona trasera de un oso, una cola que remite a la de un caballo, orejas y cuernos de ciervo, una barba característica de un bisonte, y unos ojos que evocan quizás a los de un búho. Lo que destaca particularmente es el realismo con el que se representan todos estos componentes, tanto los humanos como los animales, creando una imagen altamente coherente. Además, la postura y la sensación de movimiento que transmite esta figura son indudablemente impactantes y atractivas para el observador.

La música primaria

Adicionalmente, los imponentes animales a los que se ha atribuido una cierta cualidad sagrada emiten sonidos característicos, como mugidos, aullidos, rugidos, graznidos, silbidos o bramidos. Pensemos en los rinocerontes o en los elefantes. Estos sonidos pueden ser imitados por los seres humanos, y esto podría considerarse como una forma primitiva de música. Sin embargo, la fuente de esta música no surge únicamente de la imitación animal, ya que los seres humanos, como primates, también emiten aullidos, gritos y, con el tiempo, seguramente comenzaron a susurrar en coro o incluso cantar.

Los paleontólogos actuales exploran la posibilidad de que algunas de las cavernas paleolíticas resonaran con los cánticos de los seres humanos. Jean Clottes ha afirmado que la «sala negra» de la cueva de Niaux tiene una acústica excepcional, lo que no parece ser una coincidencia. ¿Podría haber sido este lugar el escenario de ceremonias importantes con cantos, danzas, rituales colectivos y curación de enfermos? Desde esta perspectiva, podríamos considerar la idea de música religiosa, un arte directamente conectado con las religiones primigenias, ya sea como una forma de imitación mimética del animal numinoso o como un medio de relación entre los «creyentes» adoradores del animal divino.

Sin embargo, todavía persisten interpretaciones que ven las pinturas paleolíticas como «obras de arte» (como se menciona en «De Altamira a Picasso, una historia de la pintura”. Pero todo indica que existe una conexión clara y no aleatoria entre la religión y el arte. En su origen, formas de arte como la pintura y la música deben ser consideradas en sí mismas como expresiones religiosas. Las pinturas rupestres del Paleolítico no pueden ser explicadas solamente como mitos o como parte de prácticas mágicas de caza (como sostenían el abate Breuil, Montespan o el Conde Begovien). Más bien, tienen un significado específicamente religioso, que va más allá de estas interpretaciones reduccionistas.

Bibliografía

Bueno, Gustavo (2007). La fe del ateo. Editorial Temas de Hoy: Madrid

Bueno, Gustavo (1996). El animal divino. Ensayo de una filosofía materialista de la religión [1985], 2ª edición, corregida y aumentada con 14 “Escolios”. Editorial Pentalfa: Oviedo.

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